domingo, 8 de febrero de 2009

Historia Medieval: Jacques Le Goff

En esta oportinidad, voy a postear acerca de uno de los historiadores con mayor renombre en la historiografía medieval: Jacques Le Goff, mediante una síntesis de su vida y obra y un interesante reportaje realizado por el diario La Nación:

Nacido en Toulon (Francia) en 1924 y atraído desde muy temprano por la historia medieval, cursa estudios en la École Normale Supérieure. Después de diversas estancias académicas en el extranjero, pasa en 1962 a ser profesor en la École Pratique des Hautes Etudes junto a Fernand Braudel. Asume la dirección de esta institución (ya como École des Hautes Etudes en Sciences Sociales) entre 1972 y 1977.Considerado uno de los mayores especialistas en la Edad Media, Jacques Le Goff aúna la reflexión sobre el espacio y el tiempo con un profundo humanismo y es, en este sentido, uno de los más claros representantes de la Escuela de los Anales, de cuya revista es co-editor. Defensor de la visión de una Edad Media larga, no coincidente con los cortes históricos al uso, ha señalado la importancia crucial de la cristiandad medieval en la construcción del Occidente europeo.Entre sus obras más recientes traducidas al castellano cabe destacar La civilización del Occidente medieval (2002), San Francisco de Asís (2003), Diccionario razonado del Occidente medieval (junto con J. C. Schmitt) (2003), ¿Nació Europa en la Edad Media? (2003) y Mercaderes y banqueros de la Edad Media (2004). Esta Editorial (Trotta) ha publicado El Dios de la Edad Media (2005).

Los intelectuales del mundo y LA NACION
"Seguimos viviendo en la Edad Media", dice Jacques Le Goff
"Fue una etapa brillante", dice el historiador.
Miércoles 12 de octubre de 2005 Publicado en edición impresa

PARIS.– Discípulos y colegas llaman al francés Jacques Le Goff “el ogro historiador”. Es una referencia al desaparecido Marc Bloch, cofundador de l’Ecole des Annales, quien afirmaba que un buen historiador “se parece al ogro de la leyenda: allí donde huele carne humana, sabe que está su presa”. De un ogro, Jacques Le Goff tiene la estatura y el apetito. También tiene una insaciable curiosidad que lo llevó a transformarse en una referencia mundial sobre la historia de la Edad Media, período al cual el hombre contemporáneo le debe muchas de sus conquistas, dice. A los 82 años, Jacques Le Goff sigue trabajando, a pesar de la profunda tristeza que le provocó la reciente muerte de su esposa –después de casi 60 años de vida en común– y de una caída que desde 2003 lo mantiene recluido en su departamento de París. Con cualquiera de sus libros –tantos que podrían formar una biblioteca– todo lector se siente inteligente y erudito. Aún más que sus condiscípulos George Duby, Emmanuel Le Roy Ladurie y François Furet, Le Goff recurrió a todas las disciplinas para estudiar la vida cotidiana, las mentalidades y los sueños de la Edad Media: antropología, etnología, arqueología, psicología? Sus obras mezclan conocimiento y perspectivas. Con ellas es posible introducirse en un medioevo fascinante, donde se estudiaba y se enseñaba a Aristóteles, Averroes y Avicenas, las ciudades comenzaban a forjarse una idea de la belleza y los burgueses financiaban catedrales que inspirarían a Gropius, Gaudi y Niemeyer. En esa Edad Media masculina, la mujer era respetada, las prostitutas, bien tratadas y hasta desposadas, y solía suceder que las jovencitas aprendieran a leer y a escribir.
-Los historiadores no consiguen ponerse de acuerdo sobre la cronología de la Edad Media. ¿Cuál es la correcta, a su juicio?
-Es verdad que no todos los historiadores coinciden en esa cronología. Para mí, la primera de sus etapas comienza en el siglo IV y termina en el VIII. Es el período de las invasiones, de la instalación de los bárbaros en el antiguo imperio romano occidental y de la expansión del cristianismo. Déjeme subrayar que Europa debe su cultura a la Iglesia. Sobre todo, a San Jerónimo, cuya traducción latina de la Biblia se impuso durante todo el medioevo, y a San Agustín, el más grande de los profesores de la época.
-Usted, gran anticlerical, jamás deja de destacar el papel de la Iglesia en los mayores logros de la Edad Media.
-¡Pero no es necesario ser un ferviente creyente para hablar bien de la Iglesia! También soy un convencido partidario del laicismo: principio admirable, establecido por el mismo Jesús cuando dijo: "Al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios". Pero, volviendo a la cronología, la segunda etapa está delimitada por el período carolingio, del siglo VIII al X.
-El imperio de Carlomagno fue, para muchos, el primer intento verdadero de construcción europea?
-Falso. En realidad se trató del primer intento abortado de construcción europea. Un intento pervertido por la visión "nacionalista" de Carlomagno y su patriotismo franco. En vez de mirar al futuro, Carlomagno miraba hacia atrás, hacia el imperio romano. La Europa de Carlos V, de Napoleón y de Hitler fueron también proyectos antieuropeos. Ninguno de ellos buscaba la unidad continental en la diversidad. Todos perseguían un sueño imperial.
-Usted escribió que a partir del año 1000 apareció una Europa soñada y potencial, en la cual el mundo monástico tendría un papel social y cultural fundamental.
-Así es. Una nueva Europa llena de promesas, con la entrada del mundo eslavo en la cristiandad y la recuperación de la península hispánica, que estaba en manos de los musulmanes. Al desarrollo económico, factor de progreso, se asoció una intensa energía colectiva, religiosa y psicológica, así como un importante movimiento de paz promovido por la Iglesia. El mundo feudal occidental se puso en marcha entre los siglos XI y XII. Esa fue la Europa de la tierra, de la agricultura y de los campesinos. La vida se organizaba entre la señoría, el pueblo y la parroquia. Pero también entraron en escena las órdenes religiosas militares, debido a las Cruzadas y a las peregrinaciones que transformarían la imagen de la cristiandad. Entre los siglos XIII y XV, fue el turno de una Europa suntuosa de las universidades y las catedrales góticas.
-En todo caso, para usted, la Edad Media fue todo lo contrario del oscurantismo.
-Aquellos que hablan de oscurantismo no han comprendido nada. Esa es una idea falsa, legado del Siglo de las Luces y de los románticos. La era moderna nació en el medioevo. El combate por la laicidad del siglo XIX contribuyó a legitimar la idea de que la Edad Media, profundamente religiosa, era oscurantista. La verdad es que la Edad Media fue una época de fe, apasionada por la búsqueda de la razón. A ella le debemos el Estado, la nación, la ciudad, la universidad, los derechos del individuo, la emancipación de la mujer, la conciencia, la organización de la guerra, el molino, la máquina, la brújula, la hora, el libro, el purgatorio, la confesión, el tenedor, las sábanas y hasta la Revolución Francesa.
-Pero la Revolución Francesa fue en 1789. ¿No se considera que la Edad Media terminó con la llegada del Renacimiento, en el siglo XV?
-Para comprender verdaderamente el pasado, es necesario tener en cuenta que los hechos son sólo la espuma de la historia. Lo importante son los procesos subyacentes. Para mí, el humanismo no esperó la llegada del Renacimiento: ya existía en la Edad Media. Como existían también los principios que generaron la Revolución Francesa. Y hasta la Revolución Industrial. La verdad es que nuestras sociedades hiperdesarrolladas siguen estando profundamente influidas por estructuras nacidas en el medioevo.
-¿Por ejemplo?
-Tomemos el ejemplo de la conciencia. En 1215, el IV Concilio de Letran tomó decisiones que marcaron para siempre la evolución de nuestras sociedades. Entre ellas, instituyó la confesión obligatoria. Lo que después se llamó "examen de conciencia" contribuyó a liberar la palabra, pero también la ficción. Hasta ese momento, los parroquianos se reunían y confesaban públicamente que habían robado, matado o engañado a su mujer. Ahora se trataba de contar su vida espiritual, en secreto, a un sacerdote. Tanto para mí como para el filósofo Michel Foucault, ese momento fue esencial para el desarrollo de la introspección, que es una característica de la sociedad occidental. No hace falta que le haga notar que bastaría con hacer girar un confesionario para que se transformara en el diván de un psicoanalista.
-Usted habla de emancipación de la mujer en la Edad Media. ¿Pero aquella no fue una época de profunda misoginia?
-Eso dicen y, naturalmente, hay que poner las cosas en perspectiva. Yo sostengo, sin embargo, que se trató de una época de promoción de la mujer. Un ejemplo bastaría: el culto a la Virgen María. ¿Qué es lo que el cristianismo medieval inventó, entre otras cosas? La Santísima Trinidad, que, como los Tres Mosqueteros, eran, en realidad, cuatro: Dios, Jesús, el Espíritu Santo y María, madre de Dios. Convengamos en que no se puede pedir mucho más a una religión que fue capaz de dar estatus divino a una mujer. Pero también está el matrimonio: en 1215, la Iglesia exigió el consentimiento de la mujer, así como el del hombre, para unirlos en matrimonio. El hombre medieval no era tan misógino como se pretende.
-La invención del purgatorio, a mediados del siglo XII, parece haber sido también uno de los momentos clave para el desarrollo de nuestras sociedades actuales.
-Así es. Curiosamente, lo que comenzó como un intento suplementario de control por parte de la Iglesia, concluyó permitiendo el desarrollo de la economía occidental tal como la practicamos en nuestros días.
-¿Cómo es eso?
-La invención del purgatorio se produjo en el momento de transición entre una Edad Media relativamente libre y un medioevo extremadamente rígido. En el siglo XII comenzó a instalarse la noción de cristiandad, que permitiría avanzar, pero también excluir y perseguir: a los herejes, los judíos, los homosexuales, los leprosos, los locos... Pero, como siempre sucedió en la Edad Media, cada vez que se hacían sentir las rigideces de la época los hombres conseguían inventar la forma de atenuarlas. Así, la invención de un espacio intermedio entre el cielo y el infierno, entre la condena eterna y la salvación, permitió a Occidente salir del maniqueísmo del bien y del mal absolutos. Podríamos decir también que, inventando el purgatorio, los hombres medievales se apoderaron del más allá, que hasta entonces estaba exclusivamente en manos de Dios. Ahora era la Iglesia la que decía qué categorías de pecadores podrían pagar sus culpas en ese espacio intermedio y lograr la salvación. Una toma de poder que, por ejemplo, permitiría a los usureros escapar al infierno y hacer avanzar la economía. También serían salvados de este modo los fornicadores.
-Pero hasta la aparición del sistema bancario reglamentado, en el siglo XVIII, tanto la Iglesia como las monarquías sobrevivieron gracias a los usureros. ¿Por qué condenarlos al infierno?
-Porque así lo establecían las escrituras, como en la mayoría de las religiones. En el universo cristiano medieval, la usura era un doble robo: contra el prójimo, a quien el usurero despojaba de parte de su bien, pero, sobre todo, contra Dios, porque el interés de un préstamo sólo es posible a través del tiempo. Y como el tiempo en el medioevo sólo pertenecía a Dios, comprar tiempo era robarle a Dios. Sin embargo, el usurero fue indispensable a partir del siglo XI, con el renacimiento de la economía monetaria. La sed de dinero era tan grande que hubo que recurrir a los prestamistas. Entonces la escolástica logró hallarles justificaciones. Surgió así el concepto de mecenas. También se aceptó que prestar dinero era un riesgo y que era normal que engendrara un beneficio. En todo caso, y sólo para los prestamistas considerados "de buena fe", el purgatorio resultó un buen negocio.
-La Edad Media también inventó el concepto de guerra justa, vigente hasta nuestros días, como lo demostraron los debates en la ONU sobre la guerra en Irak. Curioso, ya que el cristianismo es portador de un ideal de paz. Hasta se podría decir que es antimilitarista.
-Es verdad. Ordenándole a Pedro que enfundara su espada, Cristo dijo: "Quien a hierro mate, a hierro morirá". Los primeros grandes teóricos cristianos latinos eran pacifistas. Pero todo cambió a partir del siglo IV, cuando el cristianismo se transformó en religión de Estado.
-En otras palabras, los cristianos se vieron obligados a cristianizar la guerra.
-En esa tarea tendrá un papel fundamental San Agustín, el gran pedagogo cristiano. Para él, la guerra es una consecuencia del pecado original. Como éste existirá hasta el fin de los tiempos, la guerra también existirá por siempre. San Agustín propuso, entonces, imponer límites a esa guerra. En vez de erradicarla, decidió confinarla, someterla a reglas. La primera de esas reglas es que sólo es legítima la guerra declarada por una persona autorizada por Dios. En la Edad Media, era el príncipe. Hoy es el Estado, el poder público. La segunda regla es que una guerra es justa sólo cuando no persigue la conquista. En otras palabras: las armas sólo se toman en defensa propia o para reparar una injusticia. Esas reglas siguen perfectamente vigentes en nuestros días. -¿Se podría decir que el hombre medieval trataba de preservar la cristiandad de todo aquello que amenazaba su equilibrio?
-Constantemente. Déjeme evocar como ejemplo el que para mí fue el aspecto más negativo de la época: la condena absoluta del placer sexual, simbolizado por el llamado "pecado de la carne". La alta Edad Media asumió las prohibiciones del Antiguo Testamento. Desde entonces, el cuerpo fue diabolizado, a pesar de algunas excepciones, como Santo Tomás de Aquino, para quien era lícito el placer en el acto amoroso. Frente a la opresión moral, la sociedad medieval reaccionó con la risa, la comedia y la ironía. El universo medieval fue un mundo de música y de cantos, promovió el órgano e inventó la polifonía.
-Hace un momento hizo referencia a los fornicadores que tuvieron un lugar en el purgatorio. ¿Cómo fue esto posible en una época de tanta represión sexual?
-Hay una anécdota que ilustra perfectamente la dualidad medieval. El rey Luis IX de Francia, que después sería canonizado como San Luis, tenía una vitalidad sexual desbordante. En los períodos en que las relaciones carnales eran lícitas (fuera de las fiestas religiosas), el monarca no se contentaba con reunirse con su esposa por las noches. También lo hacía durante el día. Esto irritaba mucho a su madre, Blanca de Castilla, que en cuanto se enteraba de que su hijo estaba con la reina intentaba introducirse en la habitación para poner fin a sus efusiones. Luis IX decidió entonces poner un guardián ante su puerta, que debía prevenirlo y darle tiempo de disimular su desenfreno. Ese hombre lleno de ardor tuvo once hijos y cuando partió a la Cruzada, en 1248, llevó a su mujer, a fin de no privarse de sus placeres sexuales. ¡No imaginará usted que la Iglesia podía enviar a San Luis a arder en el fuego eterno del infierno!
-¿También podríamos decir que la Edad Media inventó el concepto de Occidente?
-La palabra "Occidente" no me gusta. Pronunciada por los occidentales, tiene un contenido de soberbia para el resto del planeta. -Pero entonces, ¿cómo definir, por ejemplo, a América, heredera de Europa? -América ha dejado de ser la heredera de Europa. Lo fue hasta finales de la Segunda Guerra Mundial, cuando tanto Estados Unidos como el resto del continente dejaron de tener al hombre como centro de sus preocupaciones.
-Usted es un apasionado estudioso de la imaginación colectiva de la Edad Media. ¿Por qué eso es tan importante?
-Felizmente, las nuevas generaciones de historiadores siguen cada vez más esa tendencia. La imaginación colectiva se construye y se nutre de leyendas, de mitos. Se la podría definir como el sistema de sueños de una sociedad, de una civilización. Un sistema capaz de transformar la realidad en apasionadas imágenes mentales. Y esto es fundamental para comprender los procesos históricos. La historia se hace con hombres de carne y hueso, con sus sueños, sus creencias y sus necesidades cotidianas.
-¿Y cómo era esa imaginación medieval?
-Estaba constituida por un mundo sin fronteras entre lo real y lo fantástico, entre lo natural y lo sobrenatural, entre lo terrenal y lo celestial, entre la realidad y la fantasía. Si bien los cimientos medievales de Europa subsistieron, sus héroes y leyendas fueron olvidados durante el Siglo de las Luces. El romanticismo los resucitó, cantando las leyendas doradas de la Edad Media. Hoy asistimos a un segundo renacimiento gracias a dos inventos del siglo XX: el cine y las historietas. El medioevo vuelve a estar de moda con "Harry Potter", "La guerra de las galaxias" y los videojuegos. En realidad, la Edad Media tiene una gran deuda con Hollywood. Y viceversa. Pensé alguna vez que provocaría un escándalo afirmando que el medioevo se había prolongado hasta la Revolución Industrial. La verdad es que ha llegado hasta nuestros días.
-¿Se podría decir entonces que seguimos viviendo en la Edad Media?
-Sí. Pero esto quiere decir todo lo contrario de que estamos en una época de hordas salvajes, ignorantes e incultas, sumergidos en pleno oscurantismo. Estamos en la Edad Media porque de ella heredamos la ciudad, las universidades, nuestros sistemas de pensamiento, el amor por el conocimiento y la cortesía. Aunque, pensándolo bien, esto último bien podría estar en vías de extinción.

Por Luisa Corradini Para LA NACION

miércoles, 4 de febrero de 2009

Historia de la Imagen de la Virgen del Huerto

A continuación, les presento un pequeño texto con el relato del origen del culto a la sagrada imagen de la Virgen del Huerto:

El origen de la devoción y el culto a Nuestra Señora del Huerto se remonta a años lejanos, precisamente a finales del siglo XIV.
En la primavera del año 1493, la ciudad de Chiávari, Italia, fue aquejada por una gravísima epidemia, procedente de Génova, ciudad con la que mantenía una fuerte comunicación, que llenó de terror a todos sus habitantes, causando numerosas muertes.
Una piadosa mujer de Chiávari, María, de la familia de los Quercio, llamada Turquina, acudió a La Madre de Dios y oró constantemente, iluminada por su fe y su solidaridad hacia sus hermanos, pidiéndole que alejara de su pueblo el terrible flagelo que lo azotaba y prometiéndole una señal de público reconocimiento si se le concedía la gracia.
Su esperanza no fue defraudada, y milagrosamente, la aterradora epidemia desapareció, y la buena mujer, en señal de gratitud a María Santísima, mandó pintar su sagrada Imagen en un muro que daba a la calle más concurrida de Chiávari, llamada “La calle de Los Huertos”, denominada así por haber muchos huertos en esa calle, a fin de que los que pasaran pudiesen más fácilmente alabar y rezar a La Santísima Virgen. Confió el trabajo al reconocido pintor Benito Borzone, quien logró expresar de un modo admirable la idea de la bondad y el poder de María. La pintura representa a la Virgen en el acto de estrechar en su seno con la mano izquierda al niño Jesús, que se toma de su cuello, mientras que con la mano derecha sostiene alzado el pequeño brazo del Niño, para bendecir a la ciudad y a cualquiera que tuviese la gracia de pasar delante de ella. En torno a la cabeza de La Virgen se leen las palabras del saludo angélico: “Ave gratia plena”, y más en alto, la frase bíblica: “Hortus Conclusus”.
La nueva Imagen, por la profunda verdad teológica que encarna y la eficaz manera de la disposición de las figuras y el colorido, suscitó muy pronto una gran devoción. Por el nombre en que fue pintado el cuadro, la Imagen recibió el nombre de “Virgen del Huerto”.
Tiempo después, durante la noche anterior al 2 de Julio de 1610, un joven del pueblo, llamado Sebastián Descalzo, se encaminaba hacia Carrasco, recitando sus oraciones. Mientras se acercaba al Muro de los Huertos, vio sobre los mismos un gran resplandor, y en medio de la gran luz, una majestuosa figura de mujer, que avanzaba lentamente hacia la plaza, acompañada por dos antorchas sostenidas por ángeles invisibles. El joven tuvo miedo y se alejó en dirección al puerto, pero su gran curiosidad venció al miedo y se detuvo para ver hacia donde se dirigía la aparición, pensando que podría ser La Madre del Señor. Y observó asombrado que la majestuosa Señora se detenía frente a su Imagen, iluminándola completamente con un potente resplandor, y más tarde se elevó y desapareció perdiéndose en la cegadora luz.
Con el alma llena de alegría por haber visto con sus propios ojos a La Madre de Dios, Sebastián regresó a Chiávari y narró su extraordinaria aventura a cuantos encontraba en el camino.
El pueblo chiavarés se conmovió profundamente con aquel relato y fueron a ver el nicho donde se encontraba la Imagen, y observaron que la fisura que había amenazado, desde hacía muchos años, el derrumbe del nicho, a causa del deterioro del tiempo y la intemperie, había desaparecido misteriosamente, quedando nada más que una señal apenas visible, lo que constituyó un claro testimonio de que la sorprendente aparición que Descalzo había presenciado había sido real.
Años después, con el consentimiento del Vicario, el pueblo construyó una pequeña capilla para preservar la Imagen de cualquier peligro de derrumbe, que luego se convirtió en una Basílica.
El 7 de marzo de 1643 la Virgen del Huerto fue declarada Patrona de la ciudad y el 8 de Septiembre de 1769 fue coronada solemnemente.



Nuestra Señora del Huerto
Es la Patrona de Chiávari (Italia) y sus milagros cambiaron la vida de muchos de sus fieles.


martes, 3 de febrero de 2009

La Historia de la Radio en Argentina

En este posteo, voy a analizar la evolución de la radio en la República Argentina, sobretodo a partir de las décadas del ’40 y del ’50, mediante una descripción solapada acerca de la forma en la cual fue ocupando un sitio relevante hasta nuestros tiempos modernos.

La radio es un sistema de comunicación transmitido mediante ondas electromagnéticas que se propagan por el espacio. En la actualidad, constituye el medio de comunicación por excelencia de las áreas alejadas de la televisión y de las grandes concentraciones urbanas.
La radio es, desde hace mucho tiempo, el instrumento de comunicación más difundido en todo el planeta, dado su menor costo económico tanto para emisores (generalmente empresas) como para los receptores (público en general). También tiene mucho que ver en esto el tamaño de los receptores radiales, ya que desde las primeras radios hasta las actuales se ha ido reduciendo el tamaño y forma como el material empleado en su construcción a lo largo de las décadas. Ahora ya no existe la radio enorme de la década del 40, que dio lugar a la radio que conocemos actualmente, el grabador y el walkman, entre otros, que permiten por su tamaño trasportarlos de un lugar a otro durante el transcurso del día, pudiendo funcionar con corriente o con baterías, favoreciendo su difusión a todos los sitios y lugares habitados por el hombre.
La necesidad de comunicarse con sus semejantes, venciendo las distancias, agudizó el ingenio del hombre desde épocas remotas. Fue con la radio que el hombre encontró, en tiempos relativamente difíciles, el instrumento capaz de satisfacer sus deseos de transmitir toda clase de información a larga distancia, situación antes imposible de realizar.
Ese mundo imaginario y sonoro no podía estar ausente en la historia de
nuestro país, cuando un grupo de jóvenes decidía transmitir, desde una terraza de la ciudad de Buenos Aires, la primera emisión radial “casera” de nuestro país, posteriormente considerada como la primera en el mundo. Según la opinión de Felipe Pigna, “ (...) se produjo (...) el 27 de agosto de 1920. (...) se instaló una antena y un transmisor sobre el (...) Teatro Coliseo Argentino, la noche en que se presentaba (...) la ópera Parsifal, de Richard Wagner. (...) Más allá de algunos ruidos producidos por la estática, la transmisión fue todo un éxito.”[1]
Una vez establecida, la radio argentina fue la primera en utilizar un lenguaje de radio en forma continua, es decir, transmitiendo todos los días a un mismo horario, llevando espectáculos culturales a un público que no tenía acceso a los mismos. Luego comenzaron a surgir
otras emisoras no menos importantes, que comenzaron a ofrecer publicidad, y lo primero que empezó a publicitarse fue casualmente la venta de equipo receptores de radio. Al mismo tiempo se implementó la transmisión de espectáculos deportivos como ser combates de boxeo transmitidos en vivo, siendo uno de los primeros, según Pigna, “(...) la famosa pelea entre el campeón argentino Luis Ángel Firpo y el campeón mundial, Jack Dempsey”[2] (transmitida por Radio Cultura desde New York en 1924), programas humorísticos, musicales, de información general y los famosos radioteatros, los cuales marcaron una época gloriosa del panorama cultural argentino, ya que lograron convertirse en una pasión nacional, logrando una gran popularidad.
Además, al decir de Felipe Pigna, “ la radio fue (...) el medio más utilizado por los dirigentes políticos para difundir sus ideas, (...) Hitler, en Alemania, y Roosevelt, en Estados Unidos, estuvieron entre los primeros en recurrir a las cadenas nacionales de radiodifusión para llegar a todos los habitantes de sus países (...).”
[3]
Posteriormente, el surgimiento de la televisión opacó los espectáculos en vivo antes transmitidos en radio, sin embargo, ésta logró resurgir ofreciendo mensajes nuevos, mucha música, entrevistas, un lenguaje especial y fundamentalmente la información casi instantánea.
A pesar de los años transcurridos, se puede considerar que la radio
continúa cumpliendo con la función social que se impuso desde sus inicios: entretener, informar, comunicar, llegar a los lugares más remotos del planeta y a todos aquellos hogares donde la radio es el medio elegido como favorito de las personas que prefieren escuchar un buen programa de radio, todos los días, tanto en momentos de soledad como disfrutando de la compañía de amigos escuchando un partido de fútbol o tomando mate cebado.
Si bien no se puede desconocer el protagonismo de la televisión como medio masivo de comunicación en todo el mundo, y fundamentalmente en los países desarrollados, la radio ha sabido mantener una presencia especial también en todo el planeta. Esto en parte se debe a la facilidad con se puede acceder a un receptor de ondas radiofónicas, dado que resulta mucho más económico comprar una radio que un televisor. Gracias a esto, es posible captar emisoras de radio en prácticamente todos los lugares del mundo.
En las zonas rurales, donde resulta más difícil comprar un televisor, la radio es el medio por excelencia, ya que reúne, entre otras, las características de instantaneidad en la información, supera en rapidez a medios gráficos, es más versátil que los medios televisivos, y, además, es mucho más económica que cualquier otro medio de comunicación que utiliza la electricidad.

La Radio en la década del ’40- ‘50 en Argentina

Hace cuarenta años los programas más escuchados y famosos eran:
En la ciudad de Buenos Aires, las novelas de Alberto Migré, “Odol pregunta”, de entretenimientos, “Glostora-tango Club”, “La Rubia Mirelle”, “El león de Francia”, “El Lobizón”, “Los Pérez García”, que eran famosos radioteatros, y “Cabalgata Deportiva Gillette”, de deportes. Además se transmitían partidos de fútbol y boxeo en vivo.
En la provincia de Jujuy, como en aquella época no existía radio propia, se crearon filiales de las radios nacionales y del interior, principalmente de Tucumán. Las radios escuchadas eran las filiales de radio “El Mundo”, que originó las radios “Splendid”, “Belgrano” y “Jujuy”, que eran transmitidas por la emisora LW8 Red Azul y Blanca Argentina. Los programas más escuchados eran “Tarzán” emitido por radio LR1 “El Mundo”, el programa cultural “Música clásica por el Príncipe Calender” y el programa musical “Miguel Ángel Álvarez y sus amigos de la noche”, que pasaba música clásica.
Los radioteatros eran muy populares en la radio del ‘40 y del ‘50 porque eran programas anteriores a las novelas actuales, y como tales, se emitían diariamente, lo que hizo que se hicieran famosos, principalmente
por la emoción de los programas, las voces de los actores, los ruidos de fondo, su calidad y realismo en cada emisión, las temáticas de las novelas (historias de amor, peleas, conflictos) que fomentaron la imaginación y la fantasía de los oyentes, quienes se juntaban para escuchar la radio y deleitarse con cada historia o capítulo nuevo emitido, y pasar un agradable momento de unión familiar. Los radioteatros más famosos y preferidos por los oyentes eran los “Pérez García”, “El Lobizón”, “No quiero vivir así”, “Sherlock Holmes en Buenos Aires”, y “El león de Francia”.
Los galanes de la voz eran los locutores principales de los programas y los protagonistas de los radioteatros. Los más conocidos eran: Atilio Marinelli, Juan Carlos Torres, Cacho Fontana, Héctor Larrea, Alfredo Alcón, Oscar Casco, Hugo del Carril, Antonio Carrizo, José María Muñoz y Luis Medina Castro.
Las orquestas más escuchadas eran las de Enrique Expósito, Juan Varela, Osvaldo Pugliese, Francisco Canaro, Aníbal Troilo, Mariano Mores, Juan D’arienzo (tango), los Hermanos Ábalos (folklore), Alberto Castillo, Federico D’Ángelis, entre otras, y en el ámbito provincial de Jujuy, la orquesta de Miguel Ángel Álvarez, “Típica Maipo”.
La música que se transmitía en aquellas décadas era muy variada: música clásica, tango, folklore, vals, paso doble, boleros, rock, música del Litoral, chamamé, milongas y danzas.
Los oyentes, en general, participaban de los programas, aunque en esa época no había forma de comunicarse con la radio por teléfono, debido a la escasez de los mismos, obligando a la gente a dirigirse personalmente a los estudios de las radios, participando de las programaciones en directo a través de un auditorio.
En aquellos años, se solía escuchar la radio en forma colectiva, porque era tradición en la época que la familia y los amigos se juntaran a escuchar los radioteatros y las noticias, preferentemente en las casas, porque era muy difícil transportar las radios, pero también se escuchaba en forma individual.

De esta manera, se muestra de manifiesto la eficacia de la radio como medio de comunicación social, desde sus inicios hasta la actualidad, sobreponiéndose al auge que tuvo la televisión en su momento, es decir, que la radio, como medio, ha logrado mantener y aun incrementar su audiencia, y de esta manera continuar siendo un medio popular de comunicación en la Argentina en este siglo XXI que estamos atravesando, aunque sin perder de vista el alcance que tiene Internet, que permite a los usuarios escuchar programas radiales dentro de las mismas páginas web, ni la supremacía que detenta, de manera mundial, la televisión como principal medio de comunicación.

Fuentes: Enciclopedia Encarta 99.
Pigna, Felipe y otros: Historia- El mundo contemporáneo, Buenos Aires, A-Z editora, 2000.

Referencias:
[1] Pigna, Felipe y otros: Historia- El mundo contemporáneo, Buenos Aires, A-Z editora, 2000. Pág. 274.
[2] Pigna, Felipe y otros: Ibidem, 2000. Pág. 275.
[3] Pigna, Felipe y otros: Ibidem, 2000. Pág. 275.

La caída y el fin del Imperio Romano

A continuación, les presento una reseña de la situación crítica que tuvo que enfrentar el Imperio Romano que terminó con la caída del sector Occidental en poder de los Bárbaros:

Roma antes de la caída del Imperio

El Imperio Romano del siglo IV d. C. se extendía alrededor de la cuenca del Mar Mediterráneo, incluyendo la actual Turquía, Israel, Egipto y el norte de África. La Francia actual (llamada Galia) y la España y el Portugal de nuestros días pertenecían al Imperio Romano en su totalidad. La actual Inglaterra también era romana, mientras que Escocia e Irlanda eran bárbaras (no romanas o no civilizadas). Los ríos Rin y Danubio limitaban el imperio a septentrión. Las tierras al norte de estos ríos estaban habitadas por una variedad de pueblos de origen escandinavo a los que los romanos llamaban germanos.
Roma tenía continuas escaramuzas con las tribus limítrofes que vivían al norte de los grandes ríos europeos. Ocasionalmente, los emperadores fuertes extendían el imperio más allá de estos ríos, mientras que los emperadores débiles tendían a perder esas tierras. El mayor rival organizado de los romanos era el Imperio Persa, al este, que ocupaba los actuales Siria, Irán, Iraq y Afganistán. Los persas eran los descendientes políticos de los partos, que se habían levantado contra los griegos tras la conquista de Alejandro y que, a partir de ese momento, habían resistido con éxito las invasiones romanas.
Los romanos fueron una importante potencia durante más de 1000 años. Llevaron estabilidad, prosperidad y orden al Occidente civilizado. Construyeron excelentes carreteras que conectaban los límites más lejanos del imperio con la capital, Roma. En un principio, las carreteras se construyeron con fines militares, pero a la larga ayudaron a mejorar las comunicaciones y el comercio. La ley romana mantenía la paz interna mientras que entre 20 y 30 legiones defendían sus fronteras.
Sin embargo, no todo era perfecto. Los emperadores ostentaban una autoridad absoluta. Con los buenos emperadores, esto no representaba un problema. Pero los incompetentes podían causar un grave daño. Las reglas de sucesión al trono no estaban claras, y el resultado solía ser guerras civiles que debilitaban el imperio. La burocracia encargada de manejarlo se volvía cada vez más corrupta, lo que aumentaba la insatisfacción de los ciudadanos. La riqueza del imperio estaba concentrada en manos de una minoría, mientras una numerosa población de esclavos realizaba la mayor parte del trabajo. Las fronteras eran inmensas y causaban problemas de recursos militares (500.000 soldados defendían una frontera que habría necesitado 3 millones para su defensa). Las conquistas romanas se habían detenido en el siglo II d. C., terminando así los cuantiosos ingresos provenientes del pillaje y los esclavos. Aumentaron los impuestos, y la producción disminuyó con el descenso de la mano de obra. Una plaga pudo haber acabado con el 20% de la población durante los siglos III y IV, empobreciendo aún más el comercio y la producción.
A finales del siglo III, el Imperio Romano se dividió en el Imperio de Oriente y el de Occidente en un intento de facilitar su gobierno y mejorar sus defensas. En el 323, Constantino se convirtió en emperador de Oriente tras una guerra civil y estableció la capital en Bizancio, a la que rebautizó como Constantinopla. Durante el siglo posterior, las dos mitades del antiguo Imperio fueron adquiriendo una identidad diferenciada. Esto se debió principalmente a las distintas influencias que sufrían tanto desde el exterior como por parte de las culturas locales. El Imperio Occidental siguió siendo predominantemente latino, mientras que el Oriental adquirió una identidad predominantemente griega (a pesar de que siguieron llamándose romanos). El Imperio Romano de Oriente sobrevivió al cataclismo de los siglos III y IV debido a un mayor número de población (el 70 por ciento del total del Imperio), emperadores más competentes, mayores riquezas y un ejército y armada de mucha mejor calidad.

Los invasores bárbaros

En torno al 200 d. C., pueblos nómadas de las verdes estepas del Asia Central comenzaron a emigrar hacia China, India, Persia y Europa. No se han comprendido en su totalidad las razones por las cuales se produjeron estas migraciones. Los hunos constituían el grupo más numeroso de nómadas. Su corta estatura y sus pequeños ponis contrastaban con su implacable crueldad y fiereza. Aterrorizaban a los pueblos que encontraban a su paso, causando una suerte de efecto dominó. Por ejemplo, en su avance hacia el oeste, los hunos desplazaron a los godos que vivían al noroeste del Mar Negro haciendo que éstos emigraran hacia el sur y cruzasen el Danubio hasta llegar a los Balcanes, territorio bajo el dominio del Imperio Romano de Oriente. Otros hunos se desplazaron hacia las llanuras germánicas, induciendo a otros pueblos de esas tierras a cruzar el Rin.
Por esta época, el Imperio Romano de Occidente ya se
encontraba debilitado por las invasiones esporádicas que atravesaban el Rin y el Danubio. Los pueblos germánicos, con cada vez mayor índice de población, codiciaban las escasamente pobladas tierras de la Galia y los beneficios de estar dentro del Imperio Romano. Hacia el 400, entre el 30 y 50 por ciento del ejército romano estaba constituido por mercenarios germanos. Debido a lo desesperado de la situación, el ejército romano comenzó a alistar grupos de bárbaros como unidades independientes destinadas a defender al imperio del ataque de otros grupos. Esto se hizo especialmente popular durante las guerras civiles del siglo IV, cuando los pretendientes al trono de Roma necesitaban reclutar tropas con rapidez. Estas unidades bárbaras no poseían la lealtad y disciplina de las legiones y tenían sus propios líderes. Esta medida se volvió en contra del imperio cuando enteros ejércitos de bárbaros se sublevaron. Las fronteras del Rin y del Danubio se disolvieron y los pueblos germánicos penetraron en la Galia, los Balcanes e incluso Italia. La lucha se volvió casi incesante a lo largo de una frontera en continuo retroceso, y el número de tropas romanas leales disminuía constantemente.
En el 410, las últimas legiones que quedaban en las Islas Británicas fueron retiradas y trasladadas a la Galia, abandonando esa provincia para siempre. Las incursiones sajonas se incrementaron convirtiéndose en verdaderas invasiones. Los jutos, frisios, anglos y otros pueblos germánicos de la costa norte alemana se unieron a los sajones. Juntos arrollaron la cultura británico-romana y se adueñaron de los que es hoy Inglaterra (tierra de los anglos).
El Imperio Romano de Oriente quedó debilitado por la pérdida de los Balcanes, pero fue capaz de sobornar y desviar a los bárbaros antes de que pudieran atacar Constantinopla. En esta zona, los invasores eran los godos, que se habían vuelto mucho más civilizados que los pueblos germánicos del Rin debido a su contacto con el Imperio Romano de Oriente. Además, los godos habían llegado principalmente como colonizadores y no como conquistadores.
Durante el siglo V, Roma fue saqueada numerosas veces y el Imperio Romano de Occidente dejó, definitivamente, de existir. Italia fue invadida y asolada en repetidas ocasiones, y el último emperador romano reconocido fue asesinado en el 476. Los pueblos germánicos ocuparon entonces Italia y el antiguo Imperio Romano. A pesar del deseo general de los bárbaros por preservar la estabilidad y el orden de la antigua civilización romana, sólo sobrevivieron vestigios de ella tras la devastación y el desorden que siguieron a las invasiones. La mayor parte de Europa retrocedió a un periodo mucho más bárbaro y primitivo.


Fuente: "Historia" (Age of Empires II)

Los Jesuitas

Hoy día posteo para ustedes una info acerca de los Jesuitas, cómo se fue conformando su agrupación y la gran influencia que tuvieron en los asuntos de los principales reinos europeos y en sus respectivas colonias americanas durante los siglos XVI, XVII y XVIII.

Jesuitas o Compañía de Jesús, instituto religioso de clérigos regulares de la Iglesia católica. Fundada por san Ignacio de Loyola en 1534, la Compañía de Jesús fue confirmada oficialmente por el papa Pablo III en 1540. La frase emblemática de la orden es Ad majorem Dei gloriam (en latín, ‘A la mayor gloria de Dios’) y su objetivo es el de difundir la fe católica por medio de la predicación y la educación, así como trabajar en lugares y momentos en que así lo requiera con urgencia la Iglesia. Desde los primeros momentos de su historia, la enseñanza ha sido la principal actividad de la orden. En este campo, sus aportaciones han sido notables, tanto en el ámbito de la teología como en el de distintas disciplinas seculares.
Cuando fundó la Compañía, Ignacio de Loyola pretendía organizar peregrinaciones a Tierra Santa para convertir a los musulmanes. Sin embargo, con el estallido de la guerra contra los turcos otomanos, todos los planes para la peregrinación a Tierra Santa se desvanecieron. En cambio, los jesuitas solicitaron al Papa una constitución que les permitiera realizar misiones a lugares que él mismo decidiera. Una vez aprobada la constitución, eligieron a Ignacio de Loyola como primer superior general.
La Compañía creció rápidamente y sus miembros tuvieron una actividad decisiva durante la Contrarreforma, especialmente en el transcurso del Concilio de Trento, así como fundando escuelas y centros de estudios superiores en toda Europa. Durante 150 años dirigieron los más importantes centros educativos europeos y, hacia 1640, contaban con más de 500 centros de estudios superiores repartidos por todo el continente. Aproximadamente un siglo después, esta cifra alcanzaba ya los 650; además, la orden tenía a su cargo, en forma total o parcial, la dirección de 24 universidades. También establecieron más de 200 seminarios y casas de estudios para sus miembros. Durante el periodo de la Contrarreforma, la educación jesuítica se enfocó principalmente a fortalecer la fe católica frente a la expansión del protestantismo. Si bien la educación jesuítica para laicos estaba dirigida principalmente a la nobleza europea y a estudiantes pudientes, también tenían a su cargo escuelas profesionales y, en los territorios donde trabajaban en misiones, escuelas para los pobres.
Por lo que respecta a su aspecto misionero, la actividad de los jesuitas en este sentido tuvo también mucho éxito. Especialmente importante fue la emprendida por san Francisco Javier en India y Japón. La Compañía de Jesús se expandió más tarde por el interior de China y por las costas de África. Las cartas que escribieron los misioneros jesuitas que trabajaban en Canadá, en las que enviaban información de tipo etnológico, histórico y científico, fueron publicadas con el nombre de Relaciones Jesuíticas, formando una única y muy valiosa fuente de información referente a los nativos de ese país. Sin embargo, el trabajo de las misiones jesuíticas más conocido del Nuevo Mundo fue la fundación de las reducciones, siendo las más famosas las de Paraguay. Eran comunidades de indígenas, gobernadas por los jesuitas. Allí, y durante casi 200 años, los jesuitas dirigieron un enorme grupo de indígenas, logrando fundar 32 poblados, con una población de aproximadamente 160.000 personas. Enseñaban métodos agrícolas siguiendo las tradiciones autóctonas, artes mecánicas y favorecían el desarrollo del comercio.
La historia de la Compañía de Jesús estuvo marcada por una constante oposición a su labor, especialmente en los países católicos. La devoción que los jesuitas tenían por el Papado les costó una fuerte oposición por parte de los dirigentes de diversos estados. Igualmente, y debido al gran entusiasmo que ponían los jesuitas en todo lo que significaran reformas eclesiásticas, se ganaron la enemistad del clero. La Compañía fue expulsada de diferentes países europeos (en España, por Carlos III, en 1767) hasta que, el 21 de julio de 1773, el papa Clemente XIV publicó la bula Dominus ac Redemptor en la que ordenaba la supresión de la Compañía. El rey de Prusia, Federico II el Grande, y la emperatriz de Rusia, Catalina II la Grande, grandes admiradores de la labor educativa y del conocimiento de los jesuitas, se negaron a aceptar el documento y hacer efectiva la publicación del mismo. En estos países la orden se mantuvo hasta 1814, año en el que el papa Pío VII restauró canónicamente la Compañía. Ante este hecho, también volvieron a cobrar fuerza los grupos religiosos y políticos que estaban en su contra.

Misiones jesuíticas
Las misiones (...) se establecieron como un sistema de reducción indígena en una extensa área entre Paraguay, Argentina y Brasil a partir de una primera experiencia llevada a cabo en Juli (Perú) en 1576, y (...) concluyeron en 1767, con la expulsión de los jesuitas de los territorios españoles por Carlos III.
Para la organización de estas misiones, (...) conocidas como 'reino
jesuítico', se partió de la idea de que se trataba de una conquista espiritual, realizada al margen de los intereses de la encomienda, y por lo tanto en conflicto con la sociedad colonial. En 1639 se publicó la obra del padre Antonio Ruiz de Montoya, Conquista Espiritual, en la que se resumían todos los planteamientos teóricos. En 1609 se estableció la primera en San Ignacio Guasú, Paraguay, y le siguieron otras cuarenta fundaciones situadas en torno a los ríos Paraná, Uruguay y Tape que, a mediados del siglo XVIII contaban con cerca de 150.000 habitantes.
La población guaraní, seminómada, tuvo que variar su forma de vida y reunirse, bajo la dirección de los religiosos, en pueblos de indios dispuestos en torno a una plaza en la que se celebraban todos los acontecimientos públicos. En ellos las viviendas colectivas sólo servían para almacenar los enseres, ya que la vida transcurría al aire libre. Estos pueblos contaban con iglesia, colegio, talleres de diferentes oficios artesanales, hospitales, cementerios y casa para viudas y estaban rodeados por tierras dedicadas al cultivo intensivo, especialmente de la yerba mate, que era uno de los elementos fundamentales del comercio, libre de impuestos, con la sociedad colonial. La economía se organizaba a partir del trabajo y la participación comunitaria de los bienes y el intercambio se establecía a través de la reciprocidad entre sus miembros y los diferentes pueblos. El guaraní fue la lengua empleada para la enseñanza y la práctica de la doctrina cristiana.

Fuente:
Enciclopedia Encarta 99.

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